De un mundo raro

En un teatro en Bogotá, una noche de diciembre. Una mujer y un hombre, llenos de amor, hicieron aparecer un mundo raro. La mujer es inmensa. Levanta una ceja y todo se para. El tiempo también. El hombre es revoltoso. Se le sale el corazón por cada uno de sus dedos. Los dos cuando se miran, sonríen conectados.

Ella cuando canta, reza, ¿qué es el canto sino eso? Él cuando toca, baila, ¿o cuando baila, toca?... Y yo que los veo y oigo, lloro, ¿hay una alegría más verdadera?

Los susurros que pinta con la boca Maribel, son Martirio bendito. Queja honda, que del alma sale y al alma llega. Ese aire que por ella pasa es de todos los colores, le da forma con sus manos, con las que también canta. Las cuerdas que Raúl aprieta, cada una y todas a la vez, Son Frontera de territorios minados de raíces que amarran la tierra a Huellas Sonoras que alguna vez pasaron y ya se creen olvidadas.

Yo, allí, sentado frente a ellos, en la negrura, viajo como embrujado y llego despacio, mecido, a los brazos de mi madre, que me mira y sonríe conectada, con alegría verdadera. Uno siempre vuelve.

Gracias con el corazón.